"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

jueves, 22 de mayo de 2008

Oscar Portela, Una ética de la responsabilidad.

por ALDO PARFENIUX

Creo que un grave problema de nuestra época es que el lenguaje ya ha dejado de entenderlo al poeta. Quizás sea por esta razón que no lo habla ni se deja hablar por las voces de muchos de los actuales poetas.

Y hablo del lenguaje situado por la subjetividad y la cultura de un tiempo histórico, y del cual –para que nos entendamos- la expresión mas acabada es la lengua, su lengua; es decir, su lengua madre (en caso de tenerla, que no es nuestro caso) o de crianza.

Pero el poeta se ha quedado sin lengua. Y no porque se la cortaron, si no porque él mismo –el poeta- en muchos casos la fue gastando, la fue agotando gratuitamente; por engaño o por cansancio: dijo mentirosamente tantas veces que el lobo venía a comerse a las ovejas que ahora ya perdió el poco crédito; y, cuando saca a las palabras a querer decir cosas, por más que se ponga a gritar (como muchos lo hacen) ya nadie le hace caso. En otros casos intentó llegar tan lejos en su terminología que, agotado, no pudo hacer que sus palabras llegaran a lo mas próximo, al prójimo.

Pero hubo un tiempo en que le hablábamos a la lengua y ella nos respondía (y no quiero decir que nos contestaba, sino que nos escuchaba y nos entendía; y que aun sin hablarnos nos daba respuestas: si, aunque esa respuesta fuese un silencio, un punto y coma, pero cargado de sentido)

Cuando era natural que encontráramos en la palabra no un envase, un transporte para comunicarnos, sino perfumes, colores, sonoridades, temperaturas, densidades, sexualidad, lugar de origen, genealogía, pertenencia astrológica, pertenencia política y ecológica, grupo sanguíneo (y ojo: que no estoy hablando significados, que eso es otra cosa: yo hablo desde la biogenética de la lengua): pero cualquiera hoy te mezcla irresponsablemente una palabra de escorpio con una de tauro; una O+ con una AB-, una de perfume dulce con otra ácida, etcétera, etcétera.

Desde que el hombre se jacta de usar descartar a cada rato nuevas palabras, la lengua ha dejado ya de decirlo, y no solamente de hablarle, de interpretarlo, de preguntarle cosas.

Ni qué hablar de los informadores públicos, de los políticos o de los publicistas: han quemado cientos de hermosas palabras. O las han corrompido, haciéndoles decir atrocidades.

A propósito: George Steiner (1983) explica bien, en uno de sus tantos ensayos –más precisamente en el que cometa la renuncia al idioma alemán por parte de Thomas Mann, debido a la corrupción producida en el mismo por el nazismo- sobre los procedimientos mediante los cuales el totalitarismo, y los politos y comunicadores que trabajan para ellos (algo que completamente nuestro país ha vivido en carne propia), corrompen y vacían los idiomas (es decir el lenguaje) sin preocuparse por su salud, renovación y diversidad, es decir por ese carácter autosustentable que, por ejemplo, la poesía tuvo a su cargo, desde siempre, preservar.

Ante los grandes predadores del lenguaje (los políticos, los publicistas, la tecnología informática de betsellers, todo lo cual, junto, bien puede ser calificado como “las industrias del lenguaje”...) la poesía se mantiene como la principal reserva sustentable del lenguaje. Su intransigencia ante las demandas del mercado –por hablar de una de las principales causas actuales de depredación lingüística- y su búsqueda permanente de recursos expresivos, logran como ningún otro genero y/o uso, que el lenguaje se mantenga fresco, vivo y apto para desarrollar, en su productividad, posibilidades infinitas. Excepcionalmente, la poesía de Oscar Portela, es un testimonio elocuente de lo dicho.

Además de este ejercicio estético dionisiaco que establece con el lenguaje -y que, a la manera nietzscheana le permite sostener, más que una relación racional, una relación estética con las cosas y con el mundo- Oscar Portela practica, como artista, una ética de la responsabilidad, en el sentido de hacerse responsable de lo próximo que lo rodea.

Hablo de aquello que Martín Heidegger se encargó expresamente de aclarar: el hecho de que sólo el animal tiene hábitat, ambiente: porque el hombre tiene mundo, es un ser en el mundo. Y en tal sentido su relación con la naturaleza, con lo que le dio y le sigue dando vida y lo conforma física y metafísicamente, es una relación humanizada, antológica, y no meramente utilitarista. El publicitado caso del nativo australiano que hace poco tiempo renunció a los cinco mil millones de dólares que una empresa francesa procesadora de uranio le ofrecía por 12 kilómetros cuadrados del desierto en donde están enterrados sus antepasados (en la región de Kongarra, en las afueras del parque nacional Kadaku, de Australia) nos habla de esa misma responsabilidad de no contribuir a dañar, a molestar a la tierra, obligándola a que produzca mareas, tifones y terremotos destructivos, según las afirmaciones del nativo en cuestión; pero además, a valorarla con relación a nuestra subjetividad y no a los valores del mercado.

Aprovecho para decir que podríamos establecer la misma relación simétrica entre la poesía y el resto de los géneros y practicas lingüísticas que tan exitosamente funcionan en el mercado, y creo que no nos equivocaríamos demasiado con lo que acontece en la realidad.

Hace unos días leía en una revista cultural de amplia difusión las declaraciones de un porta, Hugo Podeletti, tardíamente rescatado por la critica y el mundo legitimado (y legitimador) de la cultura.

Rescato para la ocasión, y con ánimo de señalar un último ejemplo elocuente de la relación naturaleza-paisaje-poesía, lo enfático de su respuesta ante la pregunta acerca de “cómo impactó la naturaleza en su poesía”. Dice Padeletti: “En el aspecto propiamente imaginario, mis experiencias de la naturaleza, que fueron al parecer providenciales por su riqueza y variedad, influyeron de manera casi absoluta”

A esas declaraciones seguramente las suscribirán gustosamente grandes poetas argentinos, latinoamericanos y universales.

Muy especialmente, algunos estrechamente ligados a la poesía de Portela: Francisco Madariaga en primer término. Y, a través de él, Juan L. Ortiz (que es decir Virgilio, Horacio, Whitman y la poesía china, entre otros), Enrique Molina, Olga Orozco y nuestro querido Ricardo Molinari, que escribiera memorables poemas en la casa de los Furt, aquí, en V. del Lago.

En fin: esto es una presentación: no sólo del disertante-poeta de esta noche sino del tema en cuestión. Cabe que lo escuchemos a él, que es el protagonista central de la reunión.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

LA UCRONÍA DEL SISTEMA REPÚBLICANO EN ARGENTINA

a Susana Sechi

POR OSCAR PORTELA

Suponga usted “ciudadano” que después de junio la escribanía general del Ejecutivo pierda la mayoría: ¿que piensa que sucedería?

Le contesto: quedaría aún más al descubierto las precariedades del sistema representativo en manos de la partidocracia que se ha desmembrado absolutamente y nadie tendría la legitimidad de convertirse en soporte del sistema republicano, que ha dejado en Argentina de tener el poder de sostener algo así como un estado con cierta razonabilidad jurídica.

Otra vez el la nación enfrentaría el estado de la anarquía y el caos.

Quien creen en que quitándole al ejecutivo una mayoría parlamentaria Argentina encontraría nuevamente “la correcta vía repúblicana”, el progreso económico y la equidad social, pecan de ingenuidad.

Y además se hacen responsables de tratar de mantener el status quo político conseguido durante los veinticinco años de aparente democracia, en la cual triunfó siempre el criterio totalitario de utilizar leyes de excepcionalidad para manejar la cosa pública.

No cabe la menor duda de que nuestros tribunos – y sobre todo los “terus” del periodo kirchnerista, supieron convivir con los más avezados políticos argentinos de las últimas décadas:

Un gobierno montonero legitimado por la “demokracia” que convirtió la defensa de los “derechos humanos” en la forma más ubicua de re-escribir y reapropiarse de la historia Argentina.

Convivieron con esta mentira en un país colapsado institucionalmente, - y por lo tanto irrecuperable desde el punto de vista económico - esta era la meta que se propusieron los que gobiernan y sus socios – algunos solo por avaricia de los advenedizos de la política, que entregaron a sus representados y las autarquías provinciales en calidad de feudos y ellos de señores – y no de gleba – capaces de todas las rapacidades posibles.

El gobierno ha ganado la apuesta por goleada. La Argentina ha vuelto a la década del sesenta más débil y desculturalizada.

Con más exclusión – con la definitiva muerte de la clase media – y con socios dentro de la política internacional que no pasan de ser los torpes momios de una América Latina ya muerta : Fidel Castro y Chávez Frías, recuerdos quizá de cuando el gobierno de Campora exportaba automóviles a la feroz dictadura castrista.

Nunca un gobierno en la historia Argentina mintió tanto he hizo de la mendacidad un arma para convencer a sus enemigos que no adversarios: la señora Fernández presidenta en Ejercicio, dijo hace poco que a ella le encantaba debatir.

El debate implica moverse en un mundo de ideas y conceptos de los que ella carece y no pertenece a sus intereses políticos y personales.


Sus ministros y los miembros de su corte (los D`Elia, Moyano, Pérsico, de Petri) y los usuarios de los superpoderes en el “parlamento” como Rossi y Pichetto o sus Goebels al estilo de Randazzo, Scioli, etc, repiten diariamente el nuevo evangelio Argentino: en la historia de ésta nación existe un antes y un después del matrimonio kirchner.

Bien: tan responsable de esta situación son los nuevos sacerdotes de un imperio que no existe como la oposición a la que solo le interesa el magro pan de un poder que nació muerto, y que insiste en dar esperanzas a un pueblo que vive ya la oscuridad del abismo.

Hace poco la señora Fernández habló en la Biblioteca Nacional y debió recordar la gestión de Carlos Saúl Menem que la hizo posible en poco tiempo.

¿Son obras públicas o no?

Luego en el teatro de la ciudad de La Plata reconstruído durante el proceso de Reorganización Nacional -lo que debería convertirlo en nada- tampoco nadie recordó el infausto.

Sería lo mísmo que preguntarse durante que periódo se construyeron Atucha, Chocón, el Puente General Manuel Belgrano, y tanta otra obra pública que resisten el tiempo, y solo porque existe un antes y después del matrimonio imperial: Napoleón III y Eugenia de Montijo.

Hoy mayoría anti-oficialista o no mucho me temo que el pueblo continuará ausente y que solo quedará el recurso de la calle.

Anónimo dijo...

SALUDOS OSCAR PORTELA

Anónimo dijo...

OSCAR PORTELA

TENGO PARA MÍ

A mi maestro Oscar del Barco
poema de Oscar Portela

Tengo para mí que soy yo mismo
la sombra que me guía y que se adensa
tras de mis ciegos pasos. Seguro estoy
de que soy aquel rapaz dueño del daimón
que promueve destinos que derivan
en la espectralidad de la intemperie-
y que sueña el reposo y sin posada,
se corona a sí mismo con espinas-
mirtos, alas de colibríes, piel de culebras-
en el vacio sótano de un castillo parlante.

Y tengo para mí la sombra del suicidio,
la ajusticiada sombra de la lumbre –
el danzarín desesperado - el bufón hecho tea-
todo lo tengo para mí, pues yo soy ese y el otro,

el otro que me espera, que no termina de nacer,
el moribundo - el nonato que finge estar aquí-
y ser el sueño de una pobre mujer en pueblo oscuro.

Ese soy y para mí lo tengo: lo tengo escrito en lápidas
de pórfido, en lenguas nunca habladas,
sobre salobres mares desecados y soy el asesino y
el amante, el ladrón y el que dona sin esperar ya nada-

Soy el desesperado que desea no desear ya más
que la desidia – el odiador del verbo y de la música-
de los paisajes que remedan espejos
lanzados como sombras al abismo de un corazón
ya muerto: soy el amanecido
y el que ignora los ciegos soles de toda aurora ausente.

Soy Villon y soy Poe y soy una elegía interminable
que susurra los nombres nunca dichos y que caen con
ellos taciturno al fondo del averno. Ay, y tengo para mí
que soy yo mismo Lucifer y Gabriel en duelo extraño.

Así afirmo que tengo para mí que las doloras de Vallejo fueron
escritas por mis lágrimas y que debo quedarme – aquí me quedo,
solo, temblando, como un ave sin nido en seca rama.

Soy el lascivo y el asceta que se desangra a solas
sin hermanos o respuestas que me confirmen en aserto
- digo que tengo para mí que soy yo mismo- y el otro- el otro-
el otro Oscar que sabe lo que calla y llora a solas-
a solas canta y el desierto mundo que se acrece aquí – como
un buque fantasma en las tinieblas sigue su rumbo
sin otro puerto que vigilia eterna: este soy yo que para
mí lo tengo. Ave de un paraíso extraño, veneno de una cobra
en celo que paraliza y mata, yo soy esto. Y aquí me quedo.

Ya sin lugar ni mundo pues los dejo a la sombra que jamás
da conmigo en el cuadrante y al otro, al otro Oscar, al que yo
espero muriéndome de frío en el averno: que extraña certidumbre
ésta que tengo y pues paro ahora mismo – el tener para mí
que yo soy este - y el otro - y los otros y los otoños lánguidos,
o las ciudades despobladas y un lejano recuerdo
que me habita: un abra y un caballo a solas y el daimón
invisible que extravía a las almas más sencillas y nobles –
la porfía y la lucha contra el viento – tengo yo para mí
que ahí nacieron.

Anónimo dijo...

OSCAR PORTELA
en Tengo Para Mí

e te fabula narratur
Søren Kierkegaard

por Alejandro Drewes

Poema donde el poeta Oscar Portela se retrata por entero: el poeta entregado hasta el fondo a la celebración de la juventud y las pompas de jabón de Machado, asume la decadencia y el viento de la carne que muere por una lluvia de instantes y le opone el dios danzante de Nietzsche.

Así va recorriendo la memoria y la sombra de los grandes poetas amados que lo precedieron y renueva en cada uno su propia voz.

Una voz con algo inasible de profecía como se nos da siempre la voz de los poetas mayores y por tanto no escuchados e ignorados en su tiempo.

Voz en la voz de Vallejo, piedra negra sobre piedras blancas desde Corrientes a un lejano Paris diluido en el aguacero de los años.

Soy Villon y soy Poe y soy una elegía interminable
que susurra los nombres nunca dichos y que caen con
ellos taciturno al fondo del averno. Ay, y tengo para mí
que soy yo mismo Lucifer y Gabriel en duelo extraño.

Así el canto se eleva sin otra razón que la celebración de sí mismo en el juego de abalorios de la propia vida que es la vida de uno y la de todos. Como Whitman – a mí mismo me celebro y me canto – y su contracara en los negros himnos del cuervo de Poe- la máscara de la risa del bufón del rey de la baraja y su reverso en la tragedia.

Y tengo para mí la sombra del suicidio,
la ajusticiada sombra de la lumbre –
el danzarín desesperado - el bufón hecho tea-
todo lo tengo para mí, pues yo soy ese y el otro,

Del mundo con la soga al cuello lapidando al outsider de Villón y Genet a Portela. Poeta y escritura en marginalidad conmovedora y absoluta.

Palabras de agua desgastando un muro cerrado incansablemente.

Versos con lejanos ecos de los versos iniciales de Faulkner - A green bough –

Oscar Portela como el espejo de aquel otro ladrón y asesino es condena del ojo implacable de la luna y vida sin otra paz en esta tierra.

Uno, el otro, el mismo. Errante en el laberinto del tiempo y sombra que a veces se busca en los espejos.

Un verdadero himno en el que hay mucho de lo mejor de la voz de Oscar Portela. Texto que emociona leer y que personalmente guardo entre lo mejor de los archivos de la memoria.

Alejandro Drewes
Buenos Aires ( Arg)