"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

viernes, 27 de noviembre de 2009

Paisaje de avenida, a mediodía, con escritor y perrocalentero a la sombra de un jabillo.

(Escenas de Ciudad)

"Todo es inútil
cuando no sabemos
qué uso darle."
E. Lautor
("Haikus profanos")



Alguien pasa y me pregunta que si el metro queda cerca.
Otro alguien, en un carro que se detiene, busca el hotel Atlántico.
¿Qué puedo yo saber de hoteles, parado en esta acera,
a la sombra de un jabillo?
Bajo el otro jabillo, un poco más frondoso, está el perrocalentero.
Hasta hace unos minutos, no había nadie a su alrededor.
Ahora, -se nota que ya el reloj gritó las doce- parece un enjambre.
La gente pasa, se detiene, se arremolina.
Todos con igual hambre e igual prisa.
Todos con apuro por regresar, quizás, a la oficina.
"Uno con todo"
"El mío sin cebolla"
"No seas pichirre, italiano, ponle más papitas"
El italiano asiente.
El sol está inclemente.
La sombra del jabillo se me ha vuelto insuficiente.
Con gusto me movería, pero no hay otro sitio donde estacionar
y no me puedo alejar demasiado del carro,
no sea que venga una grúa y se lo lleve...
O un ladrón, que, entre ambos males, sería el peor.
A veces es preferible aguantar un poco al sol.
Se calienta la cabeza pero se gana en tranquilidad.
Para matar el tiempo y olvidarme un poco del agobiante calor,
saco el celular y escribo este retrato de lo que pasa a mi alrededor.
La gente delante del perrocalentero ya se disipó
como si humo fuera ante un ventilador.
Ya mi mujer aparece por la puerta del edificio
donde tiene el consultorio su odontólogo.
La espera termina. Ya me voy.

Epílogo.
Una persona conocida,
que leyó lo que antecede al poco de haberlo escrito,
me recrimina por "esa ignorada frivolidad"
que me dictó "un texto tan vacío de significado".
Me encojo de hombros.
Prefiero no contestar.
¿no puede uno, de vez en cuando, simplemente
dejarse llevar por el soplar del viento
como velero sin timón en altamar?
¿dejarse mecer al ritmo de las olas
sin mayor preocupación?
¿a quién le importa?
Releo el texto... ¡es cierto!
-¿a quién le importa?-
apartando las palabras, no encuentro más contenido.
Pienso, sin embargo, muy para mis adentros,
que nada existe en el universo sin razones ni motivo
y que si algo nos parece inútil, quizás no sabemos para qué sirve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si relatar y reflejar lo cotidiano de la vida,escenas diarias de cualquier lugar es frivolidad,sera que la vida es pura frivolidad tambien.Lo que pasa que esque para describir asi la normalidad hai que teñirla con un toque de genialidad y eso solo pueden hacerlo unos pocos,cuanta envidia,que facil es hablar cuando no se tiene nada que decir.
Una vez mas gracias poeta,siempre tan acertado y magistral.