(Ramón Cabanillas
Cambados, 1876 - 1959)
Trad. José L. Dasilva N.
Nos sorprendió la noche,
ya bien oscurecido,
en la baranda de piedra
que defiende el camino.
(Desde entonces tiene un nombre:
el puente de los suspiros)
No movía una hoja
el viento adormecido.
En el cielo, ni una estrella,
en la arboleda ni un zumbido.
Las palabras no tenían
ni rumor ni sentido.
¿Cuánto tiempo pasamos
en el silencio fundidos...?
De repente, comenzaron
a titilar los luceros,
un aroma a hinojo
se esparció en el viento,
rompió una calandria
a cantar en el laurel...
¿qué pasaba en el mundo
para tal alboroto?
¡Un beso revoloteaba
en la rosa de tus labios!
(del libro A Rosa de Cen Follas)
sábado, 11 de septiembre de 2010
domingo, 5 de septiembre de 2010
Aquí, entre tú y yo...
a Antonio Díaz Bermúdez
(Jesús para los amigos)
Cómo hacer para no extrañarte?
Tu presencia llenó cada rincón
posible del espacio en derredor.
Cada milímetro de superficie,
cada intersticio, cada objeto,
conserva en su esplendor,
la energía vital que le inyectaste
más allá de la apariencia
de la piedra o del metal.
Cómo hacer, entonces, para no extrañarte?
... Si aún el aire, en su rumor,
llena el ambiente
con los ecos de tu obstinada terquedad
y tu risa franca!
... Y ¿sabes?
aunque habrá, no lo dudo,
quien no pueda entender esto que digo,
menos te recordamos, amigo,
por aquello que nos diste
que por todo lo que nunca te guardaste:
que dejaste caer, así, sin más,
queriendo, como quien no quiere,
generoso y desprendido.
Ahora te sientas en el zaguán de la noche
a velar, quizá, por aquellos que quedamos.
¿Oyes la música?
Nunca tuvo tanta magia este piano.
... y no hay tristeza.
No hay tristeza, ¿lo ves?
Nostalgia sí.
Porque la nostalgia es esa atmosfera liviana
que envuelve al recuerdo
cuando ya no es posible regresar a lo pasado.
No hay tristeza en la nostalgia,
sólo añoranza. Eso sí.
Poco homenaje sería recordarte con tristeza...
a ti, que aún en los momentos de mayor dolor
fuiste capaz de regalarnos una sonrisa...
poco homenaje sería!
Pero añoranza...
Sin remedio, se añora lo que se extraña...
Y aquí, ...entre tú y yo,
no sabemos qué hacer para no extrañarte!
(Jesús para los amigos)
Cómo hacer para no extrañarte?
Tu presencia llenó cada rincón
posible del espacio en derredor.
Cada milímetro de superficie,
cada intersticio, cada objeto,
conserva en su esplendor,
la energía vital que le inyectaste
más allá de la apariencia
de la piedra o del metal.
Cómo hacer, entonces, para no extrañarte?
... Si aún el aire, en su rumor,
llena el ambiente
con los ecos de tu obstinada terquedad
y tu risa franca!
... Y ¿sabes?
aunque habrá, no lo dudo,
quien no pueda entender esto que digo,
menos te recordamos, amigo,
por aquello que nos diste
que por todo lo que nunca te guardaste:
que dejaste caer, así, sin más,
queriendo, como quien no quiere,
generoso y desprendido.
Ahora te sientas en el zaguán de la noche
a velar, quizá, por aquellos que quedamos.
¿Oyes la música?
Nunca tuvo tanta magia este piano.
... y no hay tristeza.
No hay tristeza, ¿lo ves?
Nostalgia sí.
Porque la nostalgia es esa atmosfera liviana
que envuelve al recuerdo
cuando ya no es posible regresar a lo pasado.
No hay tristeza en la nostalgia,
sólo añoranza. Eso sí.
Poco homenaje sería recordarte con tristeza...
a ti, que aún en los momentos de mayor dolor
fuiste capaz de regalarnos una sonrisa...
poco homenaje sería!
Pero añoranza...
Sin remedio, se añora lo que se extraña...
Y aquí, ...entre tú y yo,
no sabemos qué hacer para no extrañarte!
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