Hasta ahora, la revolución cultural, de la mano de Francisco Sesto -alias Farruco- no ha servido más que para intercambiar una élite por otra y dar cabida en el mundo de la cultura, a una cantidad de artistas, frustrados y resentidos, que poco tienen que aportar al arte o a la cultura.
Es así como se organizan certámenes improvisados, sin el más mínimo criterio organizativo, para hacerle creer al artista popular que se le está tomando en cuenta, como una forma de callar -o mantener a raya- el verdadero espíritu creador.
martes, 30 de noviembre de 2010
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