(Un poema de Ana Zhennamir Rivas)
Una por una cayeron las columnas del imperio
y las lágrimas del hombre,
-del último hombre que quedaba en pie-,
naufragaron en la arena.
El moho y el silencio nacieron en las ruinas.
Pero nadie contemplaba el verde moho,
húmedo, optimista,
y nadie se quejaba
del repiquetear agujereante del silencio.
Caminante,
si Hermes enodios
en desvío,
te llevara
a transitar por aquel puerto
detente a escuchar por un momento
las voces que renacen del olvido...
¡Acaso aquel instante,
sin saberlo,
sea alquimia de tu rumbo en el camino!
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