Este domingo 10 de julio, tuvimos la oportunidad de asistir como espectadores al "XI Concurso Nacional de Piano Silvia Eisenstein", organizado por la "Escuela Experimental de Música Manuel Alberto López".
Asistimos para presenciar a los concursantes en el segmento de IV nivel, para jovenes de hasta 18 años de edad. Aplaudimos la iniciativa de la escuela que desde 1990 viene llevando a cabo este concurso y, mientras felicitamos a los 9 concursantes que tuvimos oportunidad de escuchar, extendemos nuestra felicitación a los concursantes de los demás niveles tan sólo por el hecho de estar allí.
Es justo -y necesario- hacer un reconocimiento a los esfuerzos que han dado lugar a un evento, con un jurado de lujo, en el que las cosas han ido sucediendo de forma puntual y muy bien organizada; pero es justo también llamar la atención sobre los detalles que hacen fracasar aún a la mejor de las ideas y empañan la mejor de las intenciones.
Los alumnos de la institución organizadora y sede del evento "corrieron" con ventaja por razones obvias. No es de extrañar que, de los 5 clasificados para pasar a la siguiente prueba, 3 fueran alumnos de la "Escuela Experimental de Música Manuel Alberto López". Entre otras de esas ventajas que llamamos obvias, está el conocimiento del instrumento y de las instalaciones en que se lleva a cabo el evento; mientras que los alumnos foráneos sólo tuvieron oportunidad de probar el piano durante 30 minutos, un único día, la semana anterior al inicio del concurso, los alumnos de la escuela tienen, algunos, varios años trabajando con él y conocen, quizás, hasta la más pequeña hendidura de cada tecla.
La directora de la escuela -y, por supuesto, máxima organizadora del evento- participó con el jurado en las deliberaciones para determinar quienes debían pasar a la siguiente prueba, aún cuando uno de sus alumnos estaba participando como concursante. No es de extrañar, pues, que el premio a la "mejor interpretación de una pieza venezolana" fuera adjudicado a este joven alumno, cuando fueron notorios los errores cometidos por él, en su ejecución, mientras que otro concursante interpretó la misma pieza de forma impecable.
Según las bases del concurso, cada participante debía ser evaluado con una nota de 0 a 20, pasando a la segunda prueba aquellos que obtuvieran "una puntuación mínima de 16 puntos". De haberse hecho así, los 9 concursantes tendrían que haber clasificado para la segunda prueba; pues, a excepción de las dos primeras interpretaciones, cuyos ejecutantes rayaron en la excelencia -es justo decirlo- y merecerían el 20, los demás (y nos referimos a los otros 7) mostraron un nivel -alto- muy similar en cuanto a sus habilidades, siendo imposible, más que por vía de la subjetividad y el favoritismo, poner calificaciones que permitieran diferenciar a unos y a otros.
Lo ideal hubiera sido que el evento hubiera tenido lugar en un espacio desconocido -o ajeno, al menos- para todos y con un piano que todos hubieran tenido la misma oportunidad de probar, durante igual cantidad de tiempo. Adicionalmente, el jurado no debería conocer los nombres de los profesores de los concursantes (ya sea que este se llame Igor Lavrov, Olga López, o Coralia Maiolino) y, por supuesto, ningún profesor de un concursante debería poder establecer contacto con el jurado, menos aún, permanecer en el recinto mientras el jurado delibera, ya sea que intervenga o no en la calificación.
Tradicionalmente, los alumnos de la escuela han alcanzado puestos de relevancia en las sucesivas ediciones del Concurso Nacional de Piano Silvia Eisenstein, lo cual, más que hablar bien de la institución y su nivel formativo, plantea dudas acerca de la transparencia del concurso propiamente dicho. Uno podría preguntarse si el caracter de "nacional" que se le da, no será una forma de convalidar la fabricación de un curriculum para quienes allí cursan estudios musicales.
Son detalles como estos los que a lo largo del tiempo han contribuido a crear y fomentar la mala fama que hoy tienen los concursos asociados con el arte.
Como sea, cada quien saque sus propias conclusiones. Nadie puede juzgarnos por notar lo que está a la vista u opinar acerca de lo que publicamente se manifiesta bajo el sol.
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2 comentarios:
wow, que feo...yo participé en esa edición, y hubo muchas cosas que no entendí,como eso que planteas de la nota mínima para pasar a las siguientes pruebas, pero bueno lo que uno gana en un concurso es aprender y mejorar como toca, eso es lo importante.
gracias por su post, en la edición actual (XII) estamos sufriendo las mismas irregularidades.
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