(la visión) Un camino entre montañas, altas montañas: cual volcanes hoy durmientes que despiertan a la vida cuando la vida despierta y hacen erupción cuando en llanto estalla la primavera. Sobre sus cumbres, pintados Ante sus faldas se extiende Y al final Un oasis que el
desierto al viajero regala Aguas abajo, entre montes (el camino) Con sus dunas tu cuerpo me convida a cruzar las arenas del desierto que separa tus labios de aquel huerto donde brota la fuente de la vida. Peregrino hacia tierra prometida voy, al compás de tus labios en concierto buscando la gruta en que está, de cierto la flor de mis deseos escondida. Despacio. No tiene prisa el amor. El calor de tu piel es mi delirio y en sus pliegues sutiles me detengo. Arriba está el volcán de donde vengo abajo, en un oasis, aquel lirio que se abre ante mis ojos, tentador. Y hacia allí me dirijo con la calma Seguiré, de tu arroyo, la vertiente, |
III
(el sueño)
Anoche me encontré vagando las soledades de tu cuerpo.
Anoche me encontré caminando por ese desierto hermoso que algún día, en sueños, describí. Y escalé aquellas montañas para divisar a lo lejos el camino prohibido; la ruta del nómada hacia el oasis perdido. Y toqué el diamante de sus picos y en sus glaciares bebí. Y bajé después, caminante, peregrino, a donde nace el río de la vida. Me dejé llevar por la corriente. Caí en sus aguas y en sus aguas me perdí.
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