"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

viernes, 24 de julio de 2020

tríptico

I
(la visión)


Un camino entre montañas,
altas montañas: cual volcanes hoy durmientes
que despiertan a la vida
cuando la vida despierta
y hacen erupción cuando en llanto
estalla la primavera.

Sobre sus cumbres, pintados
de un claro café, se alzan
dos picos que al cielo apuntan
erguidos como dos lanzas.

Ante sus faldas se extiende
la inmensidad del desierto
blanca piel de tierra ardiente:
arena suave y caliente
cálida y tenue
como luz de sol naciente.

Y al final
aquel bosque tropical, húmedo y seco
por donde el río, con fuerza,
se asoma hacia la cascada.

Un oasis que el desierto al viajero regala
después de un largo camino...
desde las altas montañas.

Aguas abajo, entre montes
el río fluye al vacío, cae a la nada.
Aguas arriba, el río se interna hacia parajes ocultos
buscando la esencia de la vida misma
buscando el origen de la propia existencia.



II
(el camino)


Con sus dunas tu cuerpo me convida
a cruzar las arenas del desierto
que separa tus labios de aquel huerto
donde brota la fuente de la vida.
Peregrino hacia tierra prometida
voy, al compás de tus labios en concierto
buscando la gruta en que está, de cierto
la flor de mis deseos escondida.
Despacio. No tiene prisa el amor.
El calor de tu piel es mi delirio
y en sus pliegues sutiles me detengo.
Arriba está el volcán de donde vengo
abajo, en un oasis, aquel lirio
que se abre ante mis ojos, tentador.

Y hacia allí me dirijo con la calma
de saber que estoy solo en el camino
que no tienen, para otro peregrino,
más espacio los senderos de tu alma.

Seguiré, de tu arroyo, la vertiente,
nadaré hasta el cansancio; ya rendido,
con hebras de tu pelo me haré un nido
y allí descansaré plácidamente.
De tu sueño y mi sueño, la simiente,
crecerá en otro sueño compartido
a la sombra del árbol prohibido
cuyo fruto me cedes complaciente.
Si, más que una ilusión, esto que digo
encuentra su verdad, lugar e instante
yo seré compañero, amante, amigo
tu serás compañera, amiga, amante
y, a un tiempo, cual verdugos y castigo
y, a un tiempo, cual camino y caminante.



III
(el sueño)

Anoche me encontré vagando las soledades de tu cuerpo.
Anoche me encontré caminando por ese desierto hermoso que algún día, en sueños, describí. Y escalé aquellas montañas para divisar a lo lejos el camino prohibido; la ruta del nómada hacia el oasis perdido. Y toqué el diamante de sus picos y en sus glaciares bebí. Y bajé después, caminante, peregrino, a donde nace el río de la vida. Me dejé llevar por la corriente. Caí en sus aguas y en sus aguas me perdí.

(Junio/1979)

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