"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

domingo, 28 de junio de 2020



Me acomodo en un sofá al calor de la chimenea.
Abro un libro y leo: "Pienso... luego, existo".
Siento frío.
De repente me doy cuenta de que, en realidad, no estoy tan cómodo.
Inclino la cabeza hacia atrás, ya con cierta preocupación,
y mirando al techo exclamo:
¡ojalá no llueva esta noche!

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A mi lado, sobre el cristal de una mesa
descansa un grupo de papeles arrugados
-marchitos podría casi decir-
(inexistentes, supongo, como todo lo demás)
que celebran, por la suerte de un momento, no acabar entre cenizas.

Fragmentos de un diario fragmentado
contenido en papeles fragmentados
rescatados al destino de las fauces de la hoguera
(¡ah! ¡ya quisiera
yo correr con tanta suerte
cuando, aplastado por las manos de la muerte
y arrugado, me toque terminar de igual manera!)

¡Que no llueva esta noche!
Como tantas otras noches ¡Que no llueva!

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Un poco más allá juegan los niños
(mi mayor satisfacción y mi tormento)
El otoño no traspasa aún sus alas.
Para ellos es tan sólo otro fragmento
en la secuencia infinita
de un tiempo que no empieza ni termina.
Ellos no sienten el frío que yo siento.

Algún día volarán como gorriones
a buscar su propio espacio en otro sueño.
Yo su vuelo observaré, si es que me dejan
tan cerca como ellos lo permitan
o tan lejos.

¡Que no les llueva esta noche!
Esta noche ¡que no llueva!

¡que nunca llueva, tampoco, en su interior!
y que me hagan a un lado si es preciso
que se olviden de mí si de algún modo,
en el lastre de su andar me convirtiera.

Bastante duro es el camino por sí sólo
para agregar a sus espaldas otra piedra.

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Y tú
siempre ahí
presente
como siempre
aún cuando no estás
con ese beso que nace del sol que llevas por dentro
y desemboca en tus labios
con ese calor intenso que me regala tu abrazo
como siempre, compañera
para ahuyentar este frío que no me quita la hoguera.

Esta noche no habrá lluvia.
Nunca llueve si estás cerca.

Ya puedo quedar sin techo
sin paredes
y sin tierra
Ya puede hundirse el camino bajo mis pies.
Ya puedo vagar descalzo vistiendo lodo y miseria
pero tu beso y tu abrazo
¡Que no falten, compañera!
Que no hay otoño contigo.
Que no hay tormenta, a tu lado
que yo superar no pueda.

(1998)

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