No sé cuánto durará el camino.
Un día, dos, diez o veinte.
No me preocupa.
Siento y agradezco cada paso
cada instante
como si fuera el primero y el último.
Y cuando acabe, lejos de llorar
por lo que ya no podrá ser
daré gracias a la vida
por todo aquello que haya sido;
porque somos almas errantes
en movimiento continuo...
agua que mueve la rueda
que gira la piedra
que muele el maiz
en el viejo molino.
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