"Quien tenga algo que objetar acerca de lo que yo escribo, sólo piense y recuerde que: Lo que expongo, es mi experiencia y mi pensamiento; no puedo exponer ni su experiencia ni su pensamiento. Si mi experiencia fuese igual que su experiencia y mi pensamiento fuese igual que su pensamiento, entonces usted sería yo... y de ello, a ambos nos libre Dios."
(José L. Dasilva N., manifiesto personal, xxxx)
"El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar, por medio de esta apropiación, el trabajo ajeno."
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

martes, 11 de agosto de 2020

A veces me pregunto...

A veces me pregunto qué hace más daño, si la palabra hiriente que, en un momento de ira, se nos escapa sin intención o aquellos rumores que oímos y damos por ciertos sin buscar confirmación.
Es curioso.
Convivimos a diario con una persona. Le oímos hablar. Le vemos actuar. Percibimos y sentimos el afecto con que nos trata. Nada que decir. Nada que juzgar o criticar. Ni un sólo motivo de duda. Ni la más mínima razón para la desconfianza.
Un buen -o mal- día alguien nos dice -de esa persona- que alguien le dijo que le dijeron que...
y nuestro criterio da un cambio radical... o, cuando menos, comenzamos a dudar.
¿Será que no creemos en nuestros propios sentidos?
¿Será que lo obvio -lo que está ahí, al alcance de nuestros ojos y nuestros oidos-, por ser obvio, claro y transparente -porque no se esconde- merece menos credibilidad que lo desconocido?


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