No lamento no haber podido bajar la luna para ponerla a tus pies. Al fin y al cabo, aunque pudiese y lo hiciera, ¿de qué te serviría pisotear la luna?
No lamento no haber podido hacerte un collar de estrellas ensartadas en hilos extraídos del sol. ¿En dónde te lo pondrías?
Lo que sí lamento, y créeme que lo siento, es no haber ocupado en regalarte más y mejores sonrisas, todo ese tiempo invertido en el absurdo intento de buscar para ti lo imposible.
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